Transcurrieron unas cuantas semanas después del parto, hasta que Ana decidiera quedar con su grupo de amigas. Antes solían quedar todas, por lo menos, un viernes al mes. El deseo de ellas siempre era de juntarse más a menudo, pero siempre había algún curso interesante, alguna escapada romántica o alguna escapada para ir a ver a la familia de alguna de las amigas, que lo impedían.
Desde el nacimiento de Candela, el protagonismo que había tomado esta criatura, en la vida de Ana y de su pareja Odei, había dejado una huella muy profunda en ellos y sobretodo había pospuesto muchas de sus anteriores citas y planes. Tenía muchas ganas de verlas, de compartir su experiencia como estrenada madre. Aunque Ana, no era la madre primeriza del grupo (Nerea y Aitana ya habían sido madre antes), sentía unas ganas inmensas de explicarles cómo lo había vivido...la emoción de tener a su pequeña Candela, de olerle, acunarle... y sobretodo de cumplir su deseo: ser mami.
Si quedaban por la tarde del viernes, solían ir a dar un paseo, a poder ser al campo. Se ponían así al día de las últimas anécdotas de sus vidas y también de cotilleos. Allí podían desconectar de la semana, contarse las mil burradas, los mil cotilleos, hacer las mil tonterías y muecas y sobretodo, reír hasta que ya no podían más y tenían que parar a coger un poco de aire. Esta vez Ana trajo a Candela. Al ver por vez primera a Candela, una lluvia de piropos venía de sus amigas: "Pero qué cosita tan perfecta", "No le falta de nada", "Ya se ve que es feliz", "Qué regalo nos has traído".
Después, vinieron los abrazos y besos a Ana. "Qué madre tan bonita!!!", "Qué feliz!!!le dijeron. Desde que fue madre, su cuerpo había cambiado, pues toda ella rebosaba amor. Así, no sólo sus pechos (con la mejor leche siempre preparada para Candela) sino las curvas se habían instalado en su barriga (eso sí que era una auténtica "barriga de la felicidad", de embarazada y madre y no esas producidas por la cerveza o el drinking) y sus brazos y piernas, se habían hecho más fuertes, para sostener con amor a su criatura.
Nunca había idealizado, ni tampoco deseado volver cuanto antes al cuerpo y al tiempo que tenía antes de ser madre. Con sus amigas que ya eran madres, Nerea y Aitana, había sucedido lo mismo. Aceptaban la transformación que en sus mentes, cuerpos y corazones había sucedido y eso les hacía personas más enteras. Y eso no quedaba ahí, concienciaban a otras madres, sobre los cambios habidos en los cuerpos, las mentes y el tiempo durante el maravilloso proceso de ser madre.
Este relato podría ser real, pero me lo he inventado. Desafortunadamente, la percepción que la sociedad tiene sobre las estrenadas madres, suele distar de este relato. Pero lo bonito es que nosotras, tomando conciencia, con nuestras historias y creando conciencia, hablando con otras mujeres sobre este tema, podemos cambiar esta percepción. Queremos dejarnos llevar por la publicidad y borrar o anestesiar de manera rápida cualquier huella de transformación corporal y mental, en la madre? La salud del bebé y la nuestra están en juego!. Mirémonos con el corazón!
El tiempo y la apariencia física, adquieren otra dimensión en la etapa de la maternidad. Aquí os dejo unas líneas, que expresa esto que os comentaba.
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"El extrañamiento de la maternidad se manifiesta como una sucesión de trámites planificados y controlados tecnológicamente, por unos ritmos productivos que imponen progresivamente una maternidad delegada, orientada por una concepción y práctica socializadora del individuo como un ser independiente desde su origen de la madre, práctica social históricamente más frecuente entre las clases altas; borrar o anestesiar cualquier huella de transformación corporal y mental tras la maternidad, es la nueva condición mercantil, promesa tecnocrática y consigna mediática por la que muchas mujeres desean volver cuanto antes al cuerpo (apariencia corporal) y al tiempo (actividades cotidianas) anteriores a la maternidad, o al cuerpo y al tiempo idealizados antes de ser madres".
Maternidad y Salud: Ciencia, Conciencia y Experiencia
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